Fue confuso y tal vez lo que me salvó era que teníamos una serie de oraciones que recitar y muchas veces tenía que despertarme en la madrugada para ir a rezar a la capilla.
Creo que nos metimos mano y llegué a besarle o lamerle el cuello.
Y me dijo: así lo acostumbran todas mis amigas, todas divorciadas, por cierto , y hasta algunas de mis familiares también.
Me sentía egoísta y aturdida.
Nos pusimos tan calientes que nos apeteció a los dos.
Empieza con calma, acércate con un dedo y mira como reacciona.